Blog en obras! xD

Hallo chicas!!! Como stais??
Ahora mismo le estoy dando unos cuantos retoques al blog, asi que no os extrañeis si meto la pata y pongo algo donde no es, o si veis algo que no acaba, etc etc. No soy mu buena con estas cosas y ya con falta d tiempo ni os cuento xD Asi que paciencia, pero SEGUIRE ACTUALIZANDO CON NORMALIDAD TODOS LOS DIAS!!! Asi que seguid visitando el blog, y dejando comments y opiniones, que es lo que mas me gusta de hacer un blog!!
Os adorooo!!
La loca de la admi,
PauLi!!!!

Fotukiss

sábado, 6 de diciembre de 2008

Capitulo 31!!!!!!

Eiiii al habla la desaparecida merii xD wiiiiiiiiiii aki os dejo el capi k tan ricamente ha escrito mi compañera paulaaa ( me esta echando indirectas eh? xD yo k habia pensado kitarle el novio ¬¬ xD)
Y esta super xaxi pistaxiiii xD asi k espero k os gusteee xD Yo esk kiero poner la cosa chunga pero esk pauli la dejo sola y me lo arreglaaaa xD jejejejeje bueno pobrecilla... ya vereis... en el proximo capi os enterais! xD Xan xan... aviso k estoy muuuy locaaa xD

_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_ Cris *_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*

- ¿Es eso verdad? – repitió Tom al ver que no respondíamos, con la mirada insoldable.

- Sí que lo es – dijo Lucía, la voz quebrada.

- No, no lo es – conseguí decir. ¿Qué le ocurría a Lucía?

- No, claro… - respondió ella sarcásticamente -. No le mientas, Cris. No se lo merece.

Tom me miró expectante.

- No… no sé de qué hablas.

- 1Vamos! Desde años tienes obsesión por Bill, siempre hablabas de él, era terrible – respondió con lágrimas empañándole los ojos -. En cambio, de Tom… ¿sabías que existía acaso? ¡Porque no lo parecía!

Abrí la boca para decir algo, pero no me salían las palabras. Estaba tan sorprendida que ni siquiera conseguía enfadarme. El dolor en los ojos de Tom era tan sólido, tan agonizante que me sacaba lágrimas.

- ¡Ya está, Cris! ¡Ya está libre! ¡Te puedes quedar con él, como siempre quisiste, no hay nada que te pare!

- No, Lucía, para, por favor…

- ¿Qué, duele oír la verdad? Óyela bien: no existe el amor verdadero, y creer lo contrario te destrozará por completo.

Lucía se fue y cerró de un portazo, tal como había hecho Bill antes. El salón se quedó en un silencio horrible.

- Tom, no la creas – conseguí decir después de un rato.

- ¿Por qué no? – susurró él acercándose a mí.

- Porque no es verdad.

- Pues resulta mucho más creíble que todo lo que me has dicho tú hasta ahora.

Creíble… ¿qué demonios había sido creíble desde que les conocí? No me lo podía creer. Él me miraba serio, pero sus palabras sonaban dolidas.

- ¿Acaso no confías en mí?

- No es que no confíe en ti, Cris. Pero lo que dijo Lucía es verdad. Cuando Bill salió de aquel pasillo en la tienda de Lucía, me volví totalmente invisible para ti.

Ahora me daba cuenta de lo que él decía. Mis ojos sólo miraban a Bill, mi boca sólo procesaba su nombre. ¿Y Tom? Lo había utilizado para derrumbar obstáculos como Lucía. Ahora me daba cuenta. Qué estúpida.

- No, pero fue hace tiempo. Además, ni siquiera le conocía.

- ¿Y todo ese tiempo que pasabas con él? ¿Y todo el tiempo que estuviste intentando juntarme con Lucía para quedarte con Bill? ¿Eso es lo que quieres?

Le miraba sin saber qué decir. No encontraba algo para decirle. Yo le quería, le amaba. ¿Cómo podía explicárselo? Sólo a él. Era así, y punto, y no había explicación.

- Escuché vuestra conversación en el hospital – prosiguió él mientras me secaba las lágrimas que me caían por las mejillas -. Dijiste que le querías.

- Era verdad. Pero ya no, Tom. ¿Por qué no crees lo que te digo? Lucía la pobre está trastornada por lo que le ha ocurrido con Bill.

- La verdad, no ha sido Lucía. Ya llevaba tiempo pensándolo…

Incrédula, me acerqué a él y le cogí la mano.

- ¿Y por qué no hablaste conmigo, Tom?

- No sé… quizás porque tenía miedo a tu respuesta.

- Pero no puedes ocultarlo, saldrá a la vista algún día. Necesito saber esas cosas.

- De todas maneras, está claro, Cris. He intentado sacar algo de donde no hay – dijo separándose de mí.

- No, Tom. Te quiero.

- ¿Cómo puedo estar seguro?

- ¡De la misma manera que yo estoy segura de que no me has olvidado cuando te vas, de la misma manera de la que yo estoy segura de que cuando no estás conmigo no estás acostándote con alguna groupie! –Exclamé - ¡Confiando en mí! Yo te amo, y por eso confío en lo que me dices.

No contestó, y supe que había dado en el clavo. Después de un rato, suspiré.

- A lo mejor sólo tenemos que pensarlo un rato… - susurré. Si no había confianza, no había amor.

Después de un rato, él asintió.

- Sí.

Algo oprimió mi pecho tan fuerte que no podía respirar, y las lágrimas me acariciaron la mejilla cruelmente. No quería dejarle ir. Sabía que si él salía del piso ahora, las cosas cambiarían, y no estaba muy segura si para bien o para mal. Quería gritarle que le quería, que no me dejara, pero sentía que no era momento para eso.

- Nos vemos otro día, entonces – me dijo él.

Asentí. Él se acercó una última vez y posó sus labios en los míos suavemente. Le besé de vuelta, con cuidado, manteniendo mis brazos abajo, aunque me moría por atraerle a mí y rodear su cuerpo. Los dos teníamos que pensar sobre todo lo que había ocurrido, y no era el momento de dejarnos llevar por nuestros deseos por el otro.

Tom se alejó de mí y sin cruzar su mirada con la mía, cerró la puerta del piso.

Me forcé a no llorar. Fui al baño, me tumbé en la cama, y me puse a pensar. Pensé en todo lo que Lucía y Tom habían dicho. Era cierto. Había amado a Bill, y mucho. Pero ya no. Yo pensaba que Tom era el típico chulito cuya mente sólo procesaba “tías buenas” y “sexo.” Pero no había sido así. Me había sorprendido muchísimo.

Sonreí al acordarme de la primera vez que le vi sentado en el sofa de la tienda de Lucía. Cómo me había mirado cuando me eché a llorar ahí en medio…

Me acordé de nuestras noches juntos. Aquellos silencios mientras miraba sus labios, sus ojos, mientras sentía sus manos en mi cuerpo… Habían sido momentos tan especiales, tan mágicos…

Dos días estuve pensando en todo lo que había ocurrido, sobre todo pensando en él. ¿Estaría pensando en mí? ¿Qué estaría haciendo?

Ahora parecía que había pasado todo tan rápido… Pero el día en que empezó todo parecía siglos atrás.

También pensé en Lucía. ¿Cómo estaría? Desde el incidente con Bill no la había visto. Sabía que necesitaba estar sola un rato, al igual que yo, para aclarar la mente. Aunque seguía un poco enfada con ella por haberme culpado de todo, sabía lo que dolía todo esto, así que no quería presionarla. Pero necesitaba hablar con ella.

Sonó el timbre de la casa. Dejé en la mesita la flor que estaba siendo víctima de mis manos, y fui a abrir la puerta.

Hablando del rey de Roma… Ahí estaba ella. Al verme, sonrió nerviosa.

- Ho-hola – susurró.

- Se supone que debería estar enfada contigo – dije seria -. Y de hecho, lo sigo estando un poquito.

Lucía bajó la cabeza.

- Pero me conoces, y sabes que no puedo estar mucho tiempo enfadada contigo.

Ella sonrió con lágrimas.

- Al fin y al cabo, la las mejores amigas se les perdona casi todo.

Nos abrazamos con todas nuestras fuerzas. Las dos necesitábamos el apoyo en la otra. No íbamos a enfadarnos ahora, cuando sólo nos quedaba nuestra amistad.

- ¿Quieres pasar?

- Por favor…

Pasamos y cogí dos vasos de refresco.

- ¿Qué tal estás? – pregunté mientras me sentaba a su lado.

- Fatal. No sé por qué te hice eso Cris.

- Yo tampoco.

- No sé si sería verdad o no, pero no debería haber sido yo la que sacara el tema.

La abracé de nuevo. Era verdad que ella no era la adecuada, y no me había gustado que fuera así.

- Además – prosiguió -, estaba muy enfadada, y tú no tenías nada que ver con lo de Bill – escupió el nombre con odio, pero pude notar cómo le dolía pronunciarlo.

- Sí, no deberías haber dicho eso…

- … ni meterte en nuestra discusión.

- Eso fui un poco yo, porque intenté arreglarlo todo, aunque Tom me decía que no podría hacer nada, que sólo el tiempo podría, y cuánta razón tenía…

Nos quedamos un rato calladas, pero no quería deprimirme, así que decidí olvidarlo por el momento.

- Bueno, ¿qué quieres hacer?

- No sé…

- ¿Hela-

- Nada de helados, esta última semana he comido más helado que en toda mi vida.

- Bueno, entonces?

- Sabes, no me apetece hacer nada. Quedémonos aquí.

- Venga.

- Entonces… ¿me perdonas?

La miré de arriba abajo.

- Me lo pensaré.

Aquel día fue como en “los viejos tiempos,” antes de toda la movida con Tokio Hotel, con los gemelos… Fue un día de mejores amigas. De ella y mío, de nadie más. Lo disfruté más que nunca, y me di cuenta de cuánto necesitaba a Lucía, y cuánto me necesitaba ella a mí. Y nadie cambiaría eso, ni Tom ni Bill Kaulitz. Por más que peleáramos, seguiríamos necesitando estar juntas. Éramos mejores amigas, y nadie ni nada nos separaría (eso va para ti merii!!!! xD).

Después de un rato nos fuimos a dar una vuelta, nos tumbamos en el césped del parque, hablamos, reímos… Se quedó a dormir en mi casa, y estuvimos hasta las tantas hablando, recordando cosas…

Me desperté por la mañana cuando había demasiada luz como para seguir durmiendo cómoda. Me lavé un poco la cara y fui a la cocina a prepararme algo.

Ahí estaba Lucía. Miraba por la ventana sin ver nada, y supe en quién estaba pensando.

Sus rizos negros brillaban mientras caían por su espalda, y sus ojos era le significado de melancolía.

- Buenos días.

Cambió de postura y me sonrió.

- ¿Qué tal, mi bella durmiente?

- Muy bien, ¿y tú?

- Bien… ¿has desayunado?

- Te estaba esperando.

- Bien, vamos a desayunar que tengo hambre.

- Nunca cambiarás.

Sonreí orgullosa, y me puse manos a la obra. Lucía, como siempre, se encargaba de los zumos y de poner la mesa, y yo hacía las tostadas o lo que fuera que íbamos a comer. Había sido así desde pequeñas, así que no hacía falta hablar. Puse la radio.

El primer verso impactó en nosotras como una jarra de agua fría. Ahí estaban ellos, cantando la canción que tanto nos gustaba, la canción que tanto nos gustaba, la canción que había enamorado a Lucía.

Sentí cómo se le quitaba la respiración al oír su voz, y supe lo que le estaba doliendo, pero no pude camibar de emisora, era tan bonita… La letra, la música, todo. Dejé que me transportara a otro mundo, como siempre había.

Tenía que hablar con Tom. No iba a dejarlo así un minuto más. Ya había pensado suficiente.

- Lucía…

- ¿Sí?

- Me tengo que ir.

- ¿Adónde?

- A hablar con Tom.

CONTINUARÁ

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